Mujeres líderes o liderazgo femenino: una visión desde la perspectiva de género

Elección, autoridad, resguardo, firmeza, raciocinio, autonomía, competitividad… todos son conceptos que probablemente llegan a nuestra mente al pensar en la palabra “liderazgo”. Tan alusivos que al incorporar el adjetivo femenino aparecen otros adjetivos como empatía, asertividad, comunicación o gestión de emociones: eso es lo que vanaglorian las mujeres líderes. 

En este artículo desarrollaremos este concepto y veremos como él mismo se asocia profundamente con el de liderazgo femenino.

Mujeres líderes bajo el concepto de liderazgo femenino

Hemos superado la noción de líder asociada exclusivamente con autoridad: ahora, la legitimidad es imperativa para el liderazgo. Y esta legitimidad ya no fluye en una única dirección: quienes siguen al líder también deben otorgarla, lo que expone dos elementos cruciales más: habilidad de influencia y capacidad de persuasión para alinear al equipo con metas y colaborar para lograrlas.

En lo que denominamos “liderazgo femenino”, estas cualidades persisten; lo que cambia es el enfoque, no la esencia. Describir el liderazgo femenino como una tipología acarrea implicaciones significativas para alcanzar equidad en las organizaciones, aunque no todas sean necesariamente positivas.

Desde un comienzo, el liderazgo femenino como estilo surge condicionado y contrastado con el liderazgo masculino. Este concepto sugiere una perspectiva androcéntrica, en la que el liderazgo, en sus múltiples tipologías, se vincula al hombre, un imaginario reforzado por la escasez de mujeres líderes y como referentes en diversos campos. El liderazgo ejercido por mujeres se convierte en su contraposición, establecido como “lo otro”, en oposición a lo masculino y no como entidad propia. 

Asociar el liderazgo masculino con racionalidad, toma de riesgos, competencia e independencia no es coincidencia, al igual que ligar el liderazgo femenino a empatía, escucha, comunicación, asertividad y cooperación. Esto deriva de la socialización recibida desde temprana edad, enraizada en la construcción de identidad. 

Los estereotipos generan pertenencia, lo que conduce a actitudes específicas hacia ciertos grupos y forja patrones sociales de conducta. Si bien este fenómeno no es intrínsecamente negativo (dado que los seres humanos son sociales por naturaleza), se torna perjudicial cuando resulta en jerarquías y una forma de socialización que subordina un grupo a través de herramientas y mecanismos diversos. Así, lo masculino se adscribe a los hombres y lo femenino a las mujeres, perpetuando el estereotipo que ha sustentado la subordinación femenina durante siglos.

Con este enfoque, cuando una mujer accede a una posición de liderazgo, se encuentra con otra barrera: expectativas basadas en roles y características tradicionalmente asignados a su género. Deben lidiar con la presión de la “ley del agrado”, teorizada por Amelia Valcárcel, filósofa española y miembro del Consejo de Estado, que implica satisfacer a otros. Surge la pregunta de si atributos como empatía, manejo emocional, autoridad más sutil y sensibilidad responden a esta ley o a la realidad. Figuras como Margaret Thatcher o Isabel la Católica pueden arrojar luz sobre esta cuestión.

Liderazgo menos autoritario y más colaborativo

El término “liderazgo femenino” conlleva una noción implícita de cambio, responsabilizando a las mujeres de esta transformación. En otras palabras, se presume que adoptarán un liderazgo menos autoritario y más colaborativo, no solo debido a los roles que les han sido asignados, sino también porque el modelo tradicional ha quedado obsoleto. Este en su mayoría ejecutado por hombres, se ha mantenido no solo debido a su socialización, sino porque a las mujeres se les ha limitado su ejercicio.

Entonces, ¿es preferible hablar de “liderazgo femenino” o de mujeres líderes? Por lo general, se emplea “liderazgo femenino” para referirse a mujeres en posiciones de alto rango o referentes en ciertos campos, aunque la segunda opción, mujeres líderes, sería más adecuada. Además de las razones mencionadas, esta denominación brinda mayor visibilidad y reconoce a quienes han alcanzado dicha posición. Para hablar de una tipología específica de liderazgo, existen otras clasificaciones que no categorizan basándose en atributos que erróneamente se han asignado a cada género y que siguen arraigados en visiones estereotipadas de roles y personalidades basados en la biología.

Conclusiones

El liderazgo femenino se desarrolla en contraposición al liderazgo masculino, lo que crea estereotipos de género arraigados y suscita dudas sobre si las cualidades atribuidas a las mujeres líderes son respuestas a expectativas externas o manifestaciones genuinas de su autenticidad. Es fundamental liberar a las líderes de las limitaciones impuestas por concepciones tradicionales de género, fomentando un enfoque inclusivo que les permita destacar plenamente sin prejuicios ni diferenciaciones.

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