Un proyecto lanzado en Perú ha motivado a actores locales a luchar contra el machismo, fomentar la diversidad de género y seguir apoyando el empoderamiento de la mujer agricultora en el país.
El empoderamiento de la mujer agricultora en Perú
Un proyecto totalmente innovador y desafiante en el país se ha enfocado en empoderar a las mujeres que trabajan en la agricultura y en mejorar las prácticas relacionadas con la nutrición y la alimentación de madres e hijos.
El programa se ha centrado en tres regiones costeras de Perú: Piura, Lima e Ica, especialmente en las áreas rurales con altos índices de vulnerabilidad, donde las mujeres enfrentan desafíos continuamente por cuestiones de género y educación.
El objetivo principal de esta iniciativa ha sido promover el desarrollo de las capacidades productivas de estas mujeres, tanto en términos técnicos como en liderazgo, fortaleciendo su autoestima para que puedan liderar en diversas cadenas de valor.
Es de destacar que esta acción ha tenido un impacto positivo en el fortalecimiento de cadenas de valor específicas, como la del plátano orgánico en el norte del país, así como la producción de limones, fresas, camotes y la cría de animales menores, incluyendo porcinos y aves.
¿Cómo se desarrollaron durante la pandemia?
Durante la implementación de este proyecto, se llevaron a cabo ajustes y adaptaciones significativas debido al contexto de la pandemia. Fueron necesarias la adopción de nuevas herramientas y metodologías que continúan siendo efectivas en la actualidad. Esto incluyó la realización de capacitaciones y entrenamientos de tipo híbrido, combinando enfoques virtuales y presenciales.
Como avances, los lineamientos del programa se adaptaron a la situación al desarrollar paquetes de entrenamiento para fortalecer las capacidades técnicas y productivas relacionadas con la gestión agroecológica de cultivos, el manejo de plagas y enfermedades, así como todo lo relacionado con la post-cosecha y el control de calidad de la producción. Además, se trabajó en el desarrollo de habilidades financieras y empresariales de las productoras vinculadas a la agricultura familiar o de pequeña escala. Se facilitaron condiciones para la articulación al mercado y el crecimiento de capacidades empresariales y financieras, con las familias utilizando la tecnología como herramienta clave en este proceso.
¿Cuáles fueron los resultados?
Según declaraciones del líder del proyecto, el ingreso económico mensual promedio por hogar experimentó un aumento del 34.5% en comparación con los valores iniciales. El valor bruto de la producción, que está relacionado con la productividad y el aumento de los precios a los que se venden los productos, aumentó en un 49.5%. Además, la asociatividad creció del 21% al 50.5%, lo que permitió una mayor oferta y mejores condiciones comerciales.
Asimismo, se señaló que el 79.5% de las mujeres mejoró su capacidad para tomar decisiones en el hogar, lo que se considera un logro significativo en términos de empoderamiento económico de la mujer. Además, el 97% de las mujeres ahora controla activos productivos, participa directamente en la producción y toma decisiones sobre el proceso de producción.
El proyecto también tuvo un impacto muy positivo en la educación financiera, ya que el 43% de las mujeres ha logrado mantener ahorros y ha accedido al sistema financiero a través de la bancarización. Estos resultados indican un avance notable en el empoderamiento económico y la capacidad de toma de decisiones de las mujeres involucradas en el programa.
Sin duda, los avances en el empoderamiento de las mujeres agricultoras han dado sus frutos. El programa no solo las ha fortalecido, sino también ha enfrentado el desafío del machismo arraigado en las comunidades donde se ha implementado. A través de herramientas y talleres, se ha buscado concientizar a los varones del hogar, incluyendo esposos e hijos, acerca de la importancia de reconocer que el progreso de los pueblos se logra a través de la diversidad de género y la participación de todos, independientemente del sexo.
Aunque se han logrado avances, es un desafío continuo, ya que las desigualdades de género y los niveles de violencia persisten todavía en estas comunidades.